La verdadera historia de un postre. La encontrareis en el programa. Guernika es un pueblo muy especial para mi. Así es. Os dejo por ahora la receta.
La muerte genera vida. La destrucción aparente nunca es capaz de hacerlo con todo. Ni el fuego de la naturaleza y menos aún el humano. A menudo cualquier resquicio es suficiente para generar que una semilla dé su fruto.
Me lo contó mi padre una vez. Solo una. Pasados muchísimos años, uno de los pocos detalles que su memoria se había negado a borrar fue un recuerdo suyo de la recuperación de sus tremendas heridas después del bombardeo de Gernika. Alguien, desde un cerezo cercano o lejano y sin saber cómo llegaron hasta allí en pleno conflicto, le ofrecía unas cerezas en mitad de la habitación del hospital de San Sebastián. Tal vez un amigo, tal vez alguien desconocido. Nadie supo quien las trajo. La silueta anónima de alguien queriendo desafiar al terrible entorno. La imagen de unas cerezas rojas, pequeñas y sabrosas. El color vivo de una fruta crecida en mitad de una estúpida guerra.
Xabier Gutierrez es cocinero y escritor de novelas de misterio.
Cerezas integrales
Ingredientes
Medio kilo de cerezas picotas
150gr de avellanas crudas
200 gr de nata líquida
800 gr de leche entera
1 vainilla
200 gr de azúcar morena
8 yemas de huevo.
Gotas de vinagre balsámico
Hojitas de menta
Elaboración
Para las cerezas:
Deshuesar con cuidado las cerezas de manera que se separa el hueso sin apenas romperlas. Te tendrás que ayudar de un deshuesador de aceitunas,…es un buen consejo. Reservar.
Para las avellanas:
Freír en aceite de oliva las avellanas hasta que estén doradas. Retirar y añadir sal. Dejar enfriar 1/2 hora hasta que estén muy crujientes. Reservar.
Para las natillas
Hervir la nata con la leche y la vainilla. Agregar a un bol con la mezcla del azúcar y las yemas. Llevar a 82ºC aproximadamente,…cuidadin con superar la temperatura que se corta. Dejar enfriar.
Final y presentación
Rellenar cada cereza con una avellana. Distribuir media docena por plato. Salsear con las natillas. Añadir gotas de vinagre. Decorar con las hojas de menta.
Avisar al comensal de que las cerezas tienen hueso, pero que puede comérselas sin miedo.
Un juego.
